lunes, 16 de noviembre de 2015

Cuando sepas de mí..

Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos. No les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.
Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. 


Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.
Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah.

A lo que iba.


Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resuelta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un le acaba siempre cediendo a un no.

Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. Que nadie descubra esos ojos tuyos subrayados con agua y sal.

Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no darte un portazo a tus recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o puede que incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acogiese, los escuchase y les diese calor. Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.

Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.

Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas.
La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería.

La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz.La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. 
Y la cuarta,por hacer la lista finita, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.

Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.

A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría. Me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.

Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.
Haz ver que me olvidas.
Y me acabarás olvidando.
De verdad.

sábado, 7 de noviembre de 2015

¡No eres tú, soy dos!


No me mires así. Sé por quién te he tomado yo. Y por eso no quiero engañarte. Es lo último que querría hacer contigo. Y menos aún desde este principio tan lleno de algo que parece tan de verdad. Porque ahora sé que no eres tú, ahora sé que soy dos.
Suena descabellado, lo sé. Pero no eres tú, soy dos. El que después de mucho esfuerzo ha logrado conquistarte y el que desde ese mismo momento se ha visto obligado a dejar de conquistar a las demás. El que estrena piropos recién sacados del horno y el que los devuelve en secreto a su envoltorio para cuando los vuelva a necesitar. El que pone toda la carne en el asador y el que siempre se guarda algo para el congelador.
El que sólo quiere dormir a tu lado y el que sólo pretende acostarse contigo. El que siempre te habla del futuro y el que jamás creyó en él. El que ha empezado este texto con toda su ilusión y el que se aburre de escribir porque forma parte del pasado ya.
El que se conforma y el que te inquieta. El que te pone y el que se desquita. El que disfruta del aquí y el ahora, y el que jamás lo entenderá. 
Domador amaestrado y lobo feroz. El que encuentra lo que quería y el que sólo conoce el verbo buscar. El que se fascina con tus virtudes y el que cada vez detecta tus defectos con mayor rapidez. Al que emocionas y al que decepcionas exactamente por las mismas razones. Al que te agradece que hayas cautivado y al que no te perdonará cualquier tipo de cautiverio. Jamás.
Da rabia admitirlo, pena e incluso frustración, pero ambos soy yo. Y a ambos me debo más de la cuenta. La única forma de alimentar a uno es hacer que el otro pase hambre. Hasta que tanta desnutrición me vuelva un desalmado y acabe devorando todo lo que me encuentre, incluso lo que podría sentarme mal.
No eres tú, soy dos. Por eso no soy capaz de disfrutar del equilibrio. Por eso nunca hallaré la paz. Es como quedarse e irse a la vez. Como salir de todas partes cada vez que se entra. Como decir hola y escuchar adiós. Como follar para hacer el amor. Como crecer sin aprender ni a despedirse, ni ná de ná.
No eres tú, soy dos. Y no es que uno fuese más mío que el otro. Ni más real. Los dos fracasan cuando el otro triunfa. Los dos se odian, se aman, se necesitan y en el fondo lo que más desearían en este mundo es que el otro le dejase amar.
Pero no es así. Ahí están. Y ahí seguirán, conmigo, siempre por detrás. No puedo darles consuelo a la vez, pero la verdad es que no los puedo dejar de querer. Entre los dos me han dado los mejores momentos de mi vida. Entre los dos casi me lo quitan cuando ya creía estar bien. Y si algún día uno muere, yo sé que el otro me matará.
Por eso no quiero engañarte. Por eso no quiero que te enamores de uno de los dos. Porque sea cual sea, al otro lo conozco bien: es celoso, posesivo y rencoroso, y no parará hasta que nos acabe separando y queriéndonos mal.
Si me vas a querer, haznos un favor y acógenos.
Conozcámonos los tres. Probémoslo.
Porque no eres tú, soy dos
La buena noticia es que no soy el único. Que soy legión.
Y el que te diga que no, mi niña, igual no te miente.
Pero te aseguro que no te está diciendo la verdad.
Y qué es la verdad, más sólo es una expresión dolorosa del corazón.

martes, 3 de noviembre de 2015

¡Hoy Empiezas!


Hoy empiezas. No hace falta ni que lo vayas explicando. Si es que se te ve en la cara. Da igual que sea un negocio, un viaje, una relación sentimental, una nueva vida o una vieja historia a la que has decidido darle inicio por el final. ¿Retomar un blog?
Da lo mismo.

Tú has abierto los ojos antes que la rutina, y lo primero que has hecho ha sido depilarte las excusas. Mira, hasta te salen las ganas por las orejas.
Hoy no escuchas. Que no escuchas, digo. Y si lo haces, has decidido no entender nada. Que la cosa está fatal. Con la que está cayendo. Qué se le va a hacer. ¿No has visto las noticias? Pues no. Hoy todo sobra. Hoy tú has decidido que arrancas, y arrancarás.

Hoy tú ya no eres tú. Desde este mismo momento, lo has de saber, te has convertido en un ser
-con perdón- imbécil y peligroso. Bueno, igual me he quedado corto, en realidad eres MUY imbécil y MUY peligroso. Venga, seamos honestos, eres el MÁS imbécil y peligroso que existe.
Eres imbécil -con cariño- por exhibir tu ilusión. Tápatela antes de que te la vean, que en este país mostrar tanta ilusión provoca efectos secundarios perjudiciales para los demás: envidia cochina, crítica feroz a tus espaldas o lo que es peor, una repentina intención de echarte una mano.

Eres imbécil -siempre desde el respeto- porque sufres de valor añadido en primer grado. Has dejado de ver lo que había, y has decidido imaginar lo que podría llegar a haber. Eso es muy insolidario con la depresión global, despista del suicidio colectivo y raya la insumisión social. Cómo te atreves a crear algo, a jugar así con la realidad o a escribir historias que mejoren el Mundo. Quién te has creído que eres. ¿Dios?

Y para acabarlo de rematar, eres imbécil -aquí sin cariño ni respeto ni ná de ná- porque eso que empiezas ya lo intentaron muchos otros antes que tú. Y todos fracasaron. Por algo sería. Qué pasa, te crees más listo, mejor preparado o especial, ¿no? Menuda sobredosis de soberbia llevas, Erick. Recuerda todo lo que te falta. Experiencia. Contactos. Información. Paciencia. Recursos. Responsabilidad. Talento. Prudencia. Recuérdalo y quédate llorando en casa.

Pero es que además de imbécil, eres un ser peligroso, sí, MUY peligroso. Tu optimismo, tu ilusión y tus ganas de materializarla ya no temen a prejuicios propios y ajenos. Desde hoy, tu éxito o tu fracaso ya no dependerán del suyo. Y eso te convierte en lo más próximo a un delincuente nada común.

Eres peligroso -¿Lo soy?- Sí, porque ya no perteneces a ninguno de los dos grupos mayoritarios en cualquier sistema democrático, a saber: aquellos que piensan que todo lo que les ocurre es culpa de los demás y aquellos que creen que todo lo que les pasa es sólo por culpa suya.
Pero, sobre todo, eres peligroso porque eres la única virgen en medio de una orgía, el principal objetivo que todo mundo se quiere zumbar, enemigo público número uno con el que nada ni nadie tendrá la más mínima compasión ni miramiento.

Si te va mal, ahí fuera te esperan en formación de ataque miles de motivos para salirte al paso, razones que no dudarán en asaltarte como bandoleros que no pretenden ni robarte ni matarte, tan solo que vuelvas por donde has venido con la palabra FRACASO tatuada en el culo. Todos querrán ser el primero en avergonzarte, todos querrán firmar su «ya te lo dije» y a todos les encantará verte caer.

Van a poner todo su empeño en ello. Y si lo consiguen, será un logro suyo, personal e intransferible.
Pero es que si te va bien, prepárate, porque ganarás dinero, experiencia, felicidad o una peligrosísima combinación de las tres. Y ahí sí, ándate con mucho ojo porque hoy por hoy, si ganas dinero eres un fulano que tiene algo que ocultar, si ganas experiencia en algún momento serás demasiado caro de mantener, y si ganas felicidad lo único que demostrarás es que no tienes ni idea de en qué mundo vives.
Hoy empiezas, y desde aquí solo puedo desearte una cosa.
Que nada ni nadie te haga olvidar lo que sientes hoy, que empiezas.
Por algo los principios...
...se llaman principios.